6 de septiembre de 2014

El más sucio de los combustibles fósiles

Por Michelle Nijhuis [a]


Vagones de ferrocarril cargados con carbón hacen fila para llenar los barcos que aguardan en Lamberts Point.

  En el 2012 el mundo emitió un récord de 34,500 millones de toneladas de CO2 derivado de los combustibles fósiles, y el carbón fue el principal contribuyente. A pesar de que el gas natural barato ha reducido el consumo de carbón en Estados Unidos, su demanda sigue aumentando en el resto del planeta, sobre todo en China: de persistir la tendencia actual, en las próximas décadas, cuando varios cientos de millones de personas en todo el mundo tengan electricidad por primera vez, la gran mayoría usará energía producida con carbón, así que ni siquiera el esfuerzo más agresivo en favor de las fuentes alternativas y la conservación podrá reemplazar ese combustible. Al menos, no de inmediato.

  Quemamos casi 7,260 millones de toneladas anuales y el mundo debe responder ¿Puede haber carbón limpio?

  ¿Con qué celeridad se fundirá el Ártico, cuánto subirán las mareas, cuán intensas serán las olas de calor? Esos elementos de nuestro futuro incierto dependen de lo que el mundo haga con el carbón, sobre todo Estados Unidos y China. ¿Seguiremos quemándolo y soltando carbono al aire? ¿O encontraremos la manera de capturar carbono y almacenarlo en el subsuelo, como hemos hecho con el azufre y el nitrógeno de los combustibles fósiles?

  “Tenemos que ejercer toda la presión posible a favor de la energía renovable y la eficacia energética, y también para reducir las emisiones de carbono derivadas del carbón” dice Sally Benson, investigadora de la Universidad de Stanford y especialista en almacenamiento de carbono.

  El carbón genera casi 80% de la energía eléctrica de China, pero no se utiliza solo con esa finalidad, pues al ser un mineral abundante también sirve para producir docenas de químicos industriales y combustibles líquidos, función que el petróleo desempeña en la mayor parte del mundo. Sin embargo, en ese país, el carbón es el ingrediente principal de bienes que abarcan desde el plástico hasta el rayón.

  El carbón también ha situado a China como líder en emisiones totales de dióxido de carbono, y aunque el país no proyecta abandonar el carbón, es cada vez más consciente de su costo elevado.

  A decir de Deborah Seligsohn, investigadora de políticas ambientales de la Universidad de California en San Diego, con casi 20 años de experiencia en China: “En la última década, el tema ha pasado de no figurar en la agenda a ocupar el primer lugar”. Gracias a las quejas públicas sobre la calidad del aire, a la percepción oficial de los riesgos del cambio climático y al deseo de tener seguridad energética, y una ventaja tecnológica. China ha invertido cientos de miles de millones de dólares en energía renovable y, ahora, es un importante fabricante de turbinas eólicas y paneles solares, como lo demuestran las enormes granjas solares dispersas entre las chimeneas de Yulin. Con todo, también apuesta por una energía de carbón ultra eficaz y una captación de carbono más simple y económica.

  Emplazada en Tianjín, a unos 140 kilómetros de Pekín, la primera planta eléctrica de China diseñada eficazmente para captar carbono comenzará operaciones en 2016. Llamada GreenGen, se espera que, a la larga, pueda capturar 80% de sus emisiones.

  El otoño pasado, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático emitió su más reciente informe y, por primera vez, calculó el presupuesto de emisiones del planeta (la cantidad de emisiones que podemos liberar sin que la temperatura aumente más de dos grados centígrados). El panel anunció que la cuenta, iniciada en el siglo XIX con la expansión de la revolución industrial, asciende hoy a más de la mitad de nuestro presupuesto de emisiones. A ese paso terminaremos con el resto en menos de 30 años.



Notas:
[a] Extraído de, Revista National Geographic en español, publicado el 22 de abril, 2014.